¿Cómo disfrutar de la tipicidad?


Mucho se habla sobre la tipicidad de los vinos argentinos según su terruño, pero recién ahora está siendo descubierta y poco a poco comienza a ser bien aprovechada.


Los primeros indicios de tipicidad en un vino argentino se han plasmado en diversas etiquetas hace más de cuarenta años. En décadas posteriores, y en respuesta al auge del vino, estas especificaciones se multiplicaron. Es por ello que la mayoría de los consumidores sabe qué significa la palabra tipicidad y, en teoría, también cuál es la de cada variedad en función del origen de las uvas. Pero hasta hace muy poco tiempo, sólo aparecía en frases descriptivas en las contraetiquetas, que cumplían con su gran objetivo: convencer al consumidor para que comprara la botella.
Obviamente, esto sigue pasando mucho en la actualidad, sin embargo, ya son varios los vinos que orgullosamente pueden empezar a hablar de tipicidad varietal. Quizás si exigimos, además, características de terruño, debemos escalar más alto en la pirámide cualitativa e invertir algunos otros pesos para poder disfrutar o captar las características de una zona en particular.
Para comenzar a aclarar este tema, sirve el dicho de cabecera que utilizan los escoceses para el whisky: “el secreto para disfrutar de un whisky es que no hay secretos”. Y aquí pasa algo similar. No existe una receta específica que indique aún cuáles son o deben ser los descriptores que cada cepaje debe respetar.
Sin embargo, los enólogos de hoy entendieron que el respeto por lo que cada vino puede dar es muy importante, y que no hay que subestimar al consumidor. Por lo tanto, lo que se ponga en la etiqueta y en la contra debe ser fiel al contenido.
Si bien todos estamos aprendiendo (enólogos, canales de venta, prensa especializada y consumidores), hay que reconocer que en los últimos diez años se avanzaron muchos casilleros. Por suerte, ya existen Malbec que se nota a ciegas que lo son, y no por un experto, porque no hace falta ser ningún especialista para disfrutar de una copa de vino, como tampoco debería hacer falta determinar si tal tinto es Malbec o Cabernet Sauvignon, por algo tienen nombres diferentes ambos cepajes y cumplen funciones enológicas distintas.
Claro está que todo esto se basa en las características genéricas de cada varietal. Por eso, se dice que el Malbec es un vino amable, por su entrada dulzona y paso por boca jugoso, basado en fruta roja y taninos siempre dóciles.
En cambio, el Cabernet Sauvignon suele ser más recio, con taninos firmes, un carácter más vegetal que frutal y un final quizás secante por efecto de su estructura firme.
Por su parte, al Merlot se lo puede considerar como Cabernet con alma de Malbec: sus aromas y sabores son vegetales y puede llenar la boca, pero su textura es suave y amable.
El Syrah sigue siendo un enigma en nuestro país ya que los de San Juan son diferentes a los de Mendoza. Sin embargo, podemos decir que está más cerca del Cabernet Sauvignon porque también es un vino austero, más especiado y con notas de confituras por su facilidad para madurar. Mientras, hay muchos otros más golosos (hasta con azúcar residual) al mejor estilo australiano, que resultan algo más amables, pero a la vez más cansinos.
El Cabernet Franc es vivaz, con taninos incipientes y esas notas herbáceas que le dan siempre un final refrescante. Mientras que el Bonarda suele ser amable, pero con notas frutales maduras y en algún momento se perciben sus aristas vegetales.
El Pinot Noir, por último, es el elegante del grupo, sedoso y con sus inconfundibles tonos de cerezas, rojas cuando es joven, negras cuando es más maduro.
Entre los blancos, el rey de la tipicidad, al menos en nuestro país, es el Torrontés. A punto tal que el sueño de todo enólogo sería lograr lo alcanzado por este cepaje en Cafayate y sus alrededores: una tipicidad única e inconfundible, con ese ímpetu frutal y floral, con su inicio dulce y su final amargo, pero siempre refrescante.
Por el contrario, el Chardonnay suele ser lo más discreto posible, salvo cuando lo ataca por demás el sol y sobresalen las notas de frutas tropicales. No obstante, sigue siendo el banco de mayor cuerpo, voluptuoso y el que mejor se lleva con el roble. Otro blanco destacado por su tipicidad es el Sauvignon Blanc: filoso, delgado, con la acidez marcada y con su expresividad que remite a frutas cítricas y hierbas frescas. Claro que hay muchas más variedades, pero estas representan la gran mayoría de los tintos y blancos elaborados en la Argentina. Y más allá de que existen muchos otros factores que pueden atentar o ayudar a que la tipicidad sea tan perceptible como agradable, el secreto está en el equilibrio; es decir que, por ejemplo, el mejor Torrontés es aquel que le puede decir a cualquiera que es Torrontés, pero que además agrada por armonía porque si no, puede llegar a saturar y convertir su ventaja diferencial en su peor enemigo.

F.elconocedor