Dom Pérignon, un verdadero genio


Ya que terminamos la clase de champagnes y espumantes, hoy aprovecho para contarles quién fue Dom Pierre Pérignon (1638-1715). A algunos les debe sonar por el famoso champagne de varias películas o de los boliches de moda (el dibujo es de wired).

Este francés ingresa a los 19 años a un convento de monjes benedictinos, allá por el año 1657. Y hacia 1668 es trasladado a la abadía de Hautvilliers, en la región de Champagne. Como si fuese un custodio templario, está a cargo de los sótanos de la bodega, y por algún día primaveral del año 1670 oye una explosión allí.

Ciego o con muy poca visión pero con los demás sentidos muy desarrollados, tanteando entre los laberintos de botellas en busca de la que estalló, o más bien de lo que provocó el estallido (ya que por su fisonomía me da la apariencia de un hombre medio cascarrabias), prueba el líquido en el suelo (de ninguna manera puedo asegurar que fue así, pero me divierte la imagen bizarra de ver a nuestro personaje cascarrabias, medio gordito, en 4 patas con sus hábitos colgando entre vidrios y champagne, lamiendo el piso; así lo vi a mi amigo M.B. en más de una oportunidad pero sin hábito puesto).

Al sentir algo extraño, habrá abierto otra botella y cuentan que gritó “¡estoy bebiendo estrellas!”, producto de las burbujas que estallaban en su boca, por la fermentación de las azúcares y levaduras del vino que se reactivaron por un día cálido primaveral; se ve que las botellas de esa producción no eran muy resistentes que digamos. Nada lerdo, nuestro amigo notó que estaba naciendo una nueva forma de procesar el vino, inventando el método Champenoise.

Se ve que era un tipo curioso e investigador nato, así que consiguió botellas más fuertes. Y el problemita que le traía la tapa, que le estaría dando varios dolores de cabeza, lo resolvió con un corcho, uno similar al que había visto tapar las cantimploras de unos visitantes del monasterio de Sant Feliu de Guixols (España). Pero no podemos decir que sólo fue un tipo de suerte, en realidad era un curioso nato. Si a varios de nosotros nos hubiese pasado el accidente del estallido de la botella, escoba en mano borraríamos la evidencia de los estallidos de esa cava.

De esta forma, Dom Pérignon descubrió que podía mantener las estrellas dentro de sus botellas, y para esto cambió el envase, investigó la forma de taparlo con un corcho y una corona de alambres para que no se le escaparan a su lugar natural de procedencia, el cielo. También seleccionó las cepas que darían forma a su producto para su cuvée. En el año 1794, la casa Moët et Chandon compró los viñedos de la abadía originaria de este descubrimiento y no dudó en homenajear a nuestro héroe con su producto.

Dom Pierre Pérignon fue enterrado en Epernay, Francia, más precisamente entre las vides, donde se recogen los racimos de uvas para hacer tan rico champagne. Tal vez, como lo hacía vivo bajo el nivel del suelo en las cavas de la abadía de Hautvilliers, su alma sigue investigando y jugando con las raíces de las vides para que tan preciosa bebida deleite a los pudientes tomadores del Dom Pérignon.

Salute y hasta el próximo brindis.