¿Cómo preparo una cata?


La cata no es ningún rito ocultista que exija un ceremonial complejo, pero sí es una actividad para la que necesitamos tener todos nuestros sentidos alerta y enfocados única y exclusivamente al vino, por eso hay ciertos requisitos que deben cumplir tanto el lugar donde la llevemos a cabo como el catador y el propio vino. Así evitaremos que se produzcan interferencias entre lo que el vino dice y lo que nosotros percibimos. Si queremos que los catadores se concentren en el vino debemos buscar un lugar donde la temperatura sea agradable (el frío y el calor excesivos alteran al catador y al vino) y el entorno sea tranquilo (todo ruido externo desconcentra); a partir de ahí, sólo hay otros tres factores importantes a tener en cuenta:





La Iluminación
Siempre que sea posible debemos intentar catar a la luz del día, que es sin duda la mejor, aunque son muchas las ocasiones en las que hay que fiarse a una iluminación artificial. En esos casos hay que intentar que la luz sea lo más uniforme posible y que los tonos de las paredes sean, a su vez, claros y neutros. Ni los colores estridentes ni las superficies brillantes favorecen la cata. Por un lado, alteran al catador, por otro, modifican su percepción del color del vino.

La Aireación
Seguramente es el olfato el más impotante de los sentidos que intervienen en la cata. Cualquier olor ajeno al vino en la sala es malo. La sala de cata debe estar bien ventilada y muy limpia para evitar cualquier olor indeseado, pero hay que tener en cuenta que también los de los productos de limpieza son olores indeseados. Si la persona que va a catar a nuestro lado es aficionada a utilizar perfume, es conveniente pedirle que ese día se abstenga de usarlo. De lo contrario nuestro vino puede parecernos que huele igual que su cuello.

La Copa

La copa es para el catador lo que la perola para el cocinero y la pala para el alabañil: una herramienta. Hay infinidad de tipos de copas, pero no todas sirven para catar. Lo ideal es que la copa de cata sea transparente y que no tenga ningún relieve; también se deben evitar las de boca ancha y las de cristal grueso. Una copa de cata debe ser ligera y amplia; debe permitir al catador remover el líquido dentro del recipiente sin correr el riesgo de que se salga y le ponga perdida la ropa y tener una abertura suficiente como para poder introducir en ella con comodidad la nariz.

Aunque hasta hace poco las catas profesionales se realizaban generalmente en el llamado catavinos, que se sigue empleando aún en muchas bodegas, lo normal ahora es recurrir a otro tipo de copas más grandes donde las virtudes del vino se expresan mejor.

Un grupo de expertos franceses, de acuerdo con diversos organismos oficiales, diseñó la copa que posteriormente fue normalizada por Afnor (Asociación francesa de Normalización) y que se ha extendido desde entonces como modelo de referencia. La copa tiene una capacidad de entre 210 y 225 ml., con una proporción de plomo del 9% y un borde regular y liso.

Limpiar y envinar la copa

Las copas de cata se lavan con agua y jabón inodoro y se aclaran con agua abundante. Después se dejan escurrir boca abajo, a ser posible colgadas y sin guardar en ningún armario. No se secan con paños para no impregnarlas de olores extraños.

Es frecuente envinar las copas antes de catar: envinar es verter una cantidad mínima de vino en la copa cuando acaba de contener otro o viene de un lugar cerrado para que pierda así todos los olores anteriores y sólo tenga el del vino que queremos probar. Al envinar, removemos el líquido dentro de la copa procurando que se extienda por toda su superficie antes de tirarlo.

Cuanto mejor es un vino más pena da desperdiciarlo, así que no demostréis en este trámite una generosidad mal entendida. La copa se envina con el mínimo de vino necesario y si es posible ese mismo vino se pasa de copa en copa entre los catadores hasta que todas están envinadas y el último se encarga de tirar el vino utilizado.