La polémica sobre los tapones sintéticos para sustituir a los de corcho no escapa a ningún amante de los vinos. Y la verdad es que se escuchan argumentos de todo tipo, tanto a favor como en contra. Es que el tapón sintético ofrece ciertas ventajas frente al corcho, pero también tiene sus puntos flojos. Pero repasemos antes como se llegó a ellos.
El corcho fue acusado a mediados de los 90 de causar pérdidas en los vinos, olores y gustos indeseables. Pero como el corcho de calidad necesita de mucho tiempo para elaborarse (el alcornoque debe tener entre 9 y 12 años de edad antes de ser talado), es que han aparecido corchos de calidad inferior que han deteriorado cosechas y desprestigiado mucho su uso como material. Y eso abrió el paso a los tapones sintéticos.
Es que el material del tapón tiene aspectos de interés económico que pueden afectar tanto al mercado del vino como al de los corchos. Si tenemos en cuenta que el mercado del corcho está concentrado en tres paises (Portugal, España e Italia, quienes abarcan el 90% de esta producción), entonces hablamos de un importante negocio para unos pocos.
Los primeros tapones fueron de plástico y no funcionaron bien, ya que eran de mala calidad, costaban ser abiertos, y dejaban olores y sabores indeseados en el vino. Una segunda generación de tapones logró revertir esta primera mala experiencia, eliminando al máximo estos problemas.
Pero si bien aparecen como una buena alternativa al corcho, todavía hay un problema que no se sabe bien qué pasará: aún no disponemos del tiempo suficiente como para saber cómo actúa un tapón sintético con los años, y esto deja grandes dudas en cuanto a cómo afecta el tapón sintético a los vinos en largos envejecimientos.
Por lo tanto, hay que considerar a los tapones sintéticos como una buena alternativa a los vinos de consumo a mediano plazo, pero por las dudas (hasta que las investigaciones estén más avanzadas) habría que seguir dejando en manos del corcho de calidad a los vinos destinados a un largo envejecimiento.
Vía | 7deCop@s
