El vino y los papas, una historia íntima


Es conocida la importancia de la Iglesia en el desarrollo y la difusión del vino y de su mundo. Véanse, sin ir más lejos, los monjes del Císter, de las Abadías de Cluny y Cîteaux, la importancia que tuvieron en la implantación y expansión del vino de Borgoña y la extensión del vino a otros muchos lugares: Camino de Santiago, Castilla, Cataluña, Piamonte... Pero no se conoce tanto la relación directa entre el Vaticano y el vino. Es una historia fascinante, de la que ahora nos acaba de llegar una información más precisa que la generalmente conocida.

Esta breve anécdota puede servir de introducción a las estrechas relaciones de los papas con el vino: En el año 1300, Bertrand de Got, arzobispo de Burdeos, compró un terreno y plantó viñas cerca de su ciudad. En 1306 ascendió al papado con el nombre de Clemente V. Las relaciones entre el rey de Francia, Felipe el Hermoso, y el Vaticano no pasaban por el mejor momento. El nuevo papa decidió establecer la corte papal en Francia, en la ciudad de Aviñón. El papa Clemente V tuvo buen ojo al elegir el lugar: escogió las proximidades de lo que después sería Châteauneuf-du-Pape... Además, cuando fue elegido pontífice donó sus terrenos y propiedades distribuidas, sobre todo, por Pessac, a su sucesor como arzobispo de Burdeos. Este viñedo fue conocido como la viña del Pape-Clément, hoy día uno de los châteaux más reputados de Pessac-Léognan.


Ahora, el profesor italiano Mario Fregoni ha recuperado e investigado un fantástico tratado del siglo XVI sobre la relación de los papas con el vino. Es la primera vez que se publica ya que, hasta este momento, era desconocido.


La parte más importante está dedicada al papa Pablo III y a su sumiller, fuente de informaciones -el entonces llamado 'bottigliere'-, Sante Lancerio. No se sabe a ciencia cierta si se le puede considerar el primer sumiller conocido o existen pruebas de algún otro anterior.


En una época delirante con las enormes luchas intestinas entre las familias más poderosas por situar a alguna persona de su familia como Santo Pontífice: Borgias, Médicis, Della Rovere, Piccolomini, Farnesios...


En pleno Renacimiento, el papa Pablo III Farnesio llamó a su corte al experto en vinos, historiador y geógrafo Sante Lancerio. Este dechado de virtudes seguía al papa en todos sus viajes y le servía refrigerios y ágapes, y los acompañaba siempre con los vinos adecuados. Su intención era elegir prioritariamente un vino del lugar donde se encontraba Su Santidad. En Roma tenía su habitación donde seleccionaba los vinos que le llegaban de cada país, además de los que le enviaban como donaciones u obsequios los potentados que querían agasajar a S.S.


Sante Lancerio desarrolló su trabajo durante todo el pontificado de Pablo III (1534-1559). Después de morir el papa, Lancerio escribió un libro sobre los vinos de Italia dedicado al sobrino de Pablo III, el cardenal Guido Ascanio Sforza. El título era 'Giudicati da Papa Paolo III e dal suo bottigliere Sante Lancerio' ( Sentencias del papa Pablo III y de su sumiller Sante Lancerio), que es un auténtico tratado de todo lo concerniente al vino.


La obra está dividida en dos partes bien diferenciadas:


En la primera se hace referencia a dos viajes históricos del papa: uno fue desde Niza a Roma y el otro desde Ferrara hasta Ancona. Los dos fueron realizados como mediador en las disputas del emperador Carlos V de Alemania y I de España y Francisco I de Francia para intentar conseguir una tregua. Sante Lancerio aprovechó estos viajes para conocer distintas zonas de Italia y los vinos que se producían en ellas. Analiza todos los vinos que encontró a lo largo del camino y los valora desde malo hasta óptimo. Entre los mejores consideraba el de Poggibonsi y el de Savona; los peores eran los de Viterbo: "No hay vinos buenos ni se puede beber el agua".


En la segunda se analizan los 50 vinos que recomendaba al pontífice según el estado de ánimo de S.S., la hora en que los tomaba, el tipo de comida, el día, la época del año, si era para un acto oficial o no... Hace comentarios sobre todos los vinos que se encontraban en la bodega pontificia para agasajar a sus invitados en los banquetes o para alegrar su propia existencia. Encontramos comentarios muy curiosos:


Sobre el vino español su opinión no era muy favorable. Dice que llegan poco a Roma; sólo cuando alguna nave atraca en Civitavecchia y después va en barca por el Tíber hasta el puerto de Ripa en Roma: "Tal vino es potente y creo que muchos españoles, que beben agua, lo hacen por no destrozarse el estómago con tal vino. Tales vinos son tintos y con mucho color. Acostumbran a meterles gran cantidad de yeso y así se consigue un poco el buen color, pero es cosa que hace mucho daño al estómago y al cuerpo. Los blancos son raros y llegan en contadas ocasiones. No son vinos de señores y necesitan bastante agua. Respeto su grandeza. Dicen muchos españoles que se libran durante cien años, en ciertas tinajas de barro muy grandes y bajo tierra. Sí que son vinos para dejárselos beber a ellos. S.S. no quisiera nunca beberlos por nada".


Sobre el vino francés decía: "Vienen de muy lejos, desde Aviñón en la Provenza y del Languedoc. Son vinos raros pero buenos: se siente el cuero y también los terrenos, sobre todo aquellos de Provenza. Me parece que no tienen la categoría que estiman los del lugar. Me parecen buenos para los franceses, para que roer su cólera, así que en Roma no parecen vinos de señores".


De los vinos de Italia, consideraba muy buenos los distintos 'greco' (blancos de esa casta de uva): de Osma, Posílico, Ischia, della Torre (Torre Annunziata), de Nola, de San Gimignano. Los vinos más afamados eran los de la Campania, Calabria y Toscana.


De la Campania resaltaba: Latino bianco, Mazzacane, Asprino, Cola de caballo, Mangiaguerra, Salerno, Santo Severino, Aglianico, Sistignano, Lagrima... De Calabria: Chiarello, La Centula, Pavola, Ciragio, Pasciotta, Calabrés... De Toscana: Trebbiano, Corso d'Elba, Montepulciano, Casentino, Caprarola, Cortona, Bracciano... De otras zonas: Corso, Malvasía, Moscatel, Giglio, Portercole, Riviera, Razzese, Terracina, Siciliano, Romano, Monterano, Sucarno, Salutio, Invrejia, Cerveteri, Bagnaja, della Tolfa, della Riccia, Albano, Magliana, Castel Gandolfo...


Decía el sumiller papel que los vinos piamonteses son muy buenos pero muy difíciles de transportar y consideraba que perdían mucho durante el viaje a Roma. En cambio, el Aglianico que llegaba del reino de Nápoles era uno de los preferidos de S.S., quien se lo bebía con gran placer.


Se trata de un auténtico tratado sobre el vino: habla Sante de los vinos de un villa concreta, de la mejor ubicación del viñedo -él prefiere las viñas situadas en las colinas antes que las de terrenos llanos que producen peores vinos-, de la poca o mucha cantidad de uva que producen las cepas, de las distintas características de los suelos; si son arenosos, pedregosos... Dice que prefiere los vinos de viñas viejas a los de viñas jóvenes, que no le gustan los vinos agresivos, que no se cuezan. Prefiere los vinos que soportan bien el viaje en barriles o toneles.


Tiene criterio para elegir un vino para cada ocasión. Podemos, en suma, afirmar que es uno de los primeros sumilleres de la Historia. Y preguntarnos: ¿Acaso hemos avanzado tanto en 450 años?