HISTORIA DEL VINO DE LA COSTA DE BERISSO, BUENOS AIRES


La costa del Río de La Plata depara encantos y tesoros paradójicamente desconocidos para muchos de los millones que viven en la aglomeración urbana.

Desde el Tigre hasta Magdalena, el litoral ribereño ofrece una amplia gama de opciones para disfrutar del descanso, el esparcimiento y de actividades deportivas. También sustenta una importante tradición productiva, actualmente perdida u oculta en muchos de sus sitios. Berisso, sin embargo, mantiene vivos y latentes esos encantos, entregando la belleza natural de la isla y el delta y la riqueza de su cultura productiva.

Berisso conjuga atractivos turísticos poco conocidos a partir de esta particular naturaleza ribereña y de la variedad cultural expresada a través de nuestras 20 colectividades de inmigrantes, los centros de provincias, nuestra historia de producción y trabajo y el patrimonio urbano arquitectónico que la testimonia.

Los componentes natural y cultural están profundamente enlazados no sólo porque uno es soporte del otro sino porque la actividad humana ha modificado el ambiente dando lugar en la costa a un paisaje que, siendo todavía regido por la naturaleza ribereña del monte costero, incorpora la producción artesanal de las quintas de viñateros, fruticultores, productores de mimbre, cañas, miel y hortalizas. Este paisaje puede recorrerse por unos pocos caminos que se internan en el monte o puede apreciarse desde el Río Santiago y otros cursos de agua que conforman el Delta del Río Santiago.

Este paisaje es también el soporte ambiental de la producción artesanal del Vino de la Costa.

El Vino de la Costa

Durante el período de la inmigración masiva del que Berisso fue protagonista singular por su historia portuaria, en las tierras bajas de la isla y del monte costero muchos de los pioneros cultivaron sus quintas de verduras, hortalizas, frutales y vides, aprovechando la cercanía al mayor mercado consumidor del país. La implantación de la vid americana bajo el sistema de parral rápidamente se adaptó a las condiciones locales, dando como resultado un vino diferente por su aroma frutado y sabor característico, que sigue siendo en la actualidad reconocido por la población de la zona. Se cultivaron principalmente vinos de uva americana o isabella, aunque también de ciruela, blancos y rosados.

El vino de la costa exhibe un carácter regional y diferenciado, con su aroma frutado y sabor característico. Es un producto natural, sin conservantes ni aditivos. Es artesanal, ya que se hace en las quintas de los productores de acuerdo a la tradición, aunque hoy con el aporte técnico de enólogos y profesionales.

Se lo reconoce como excelente compañero de asados, empanadas y fiambres caseros.

Vuelve a estar vigente el Vino de la Costa

Tal como hoy, desde los comienzos de esta tradición productiva, trabajaba en la viña toda la familia para lograr obtener aquel vino que comenzó a consumirse y venderse localmente. Su comercialización llegó pronto a restaurantes y comercios de barrio, a las fondas de la calle Nueva York, a Ensenada y a La Plata.

Se lo conoció como “vino de la costa” o “vino de la viña” y se convirtió pronto en furor cuando el puerto hacía girar al mundo alrededor de esta ciudad. Entre las décadas del '40 y el '60 se llegaron a vender más de un millón de litros anuales. Su elaboración fue desde el inicio un proceso casero, sin productos químicos, hecho con corazón y trabajo, buscando seducir los paladares de los trabajadores de los frigoríficos, para acompañar sus horas de descanso.

A pesar de aquella época de florecimiento y de su notable tradición local, el vino de la costa comenzó a ser amenazado por diversos factores que disminuyeron drásticamente su producción. La progresiva preponderancia de los vinos cuyanos, las crecidas extraordinarias del Río de la Plata, la migración de los jóvenes hijos de los quinteros, jaquearon todo aquel esfuerzo de los pioneros y llevaron al vino de la costa casi hasta su desaparición. Sobrevivió apenas para el consumo familiar y para la venta al menudeo, casi para los amigos.

Tras largos años fuera del circuito comercial, durante las últimas ediciones de la Fiesta del Inmigrante, entre los puestos de la feria, acompañando a las comidas típicas de las colectividades, volvieron a servirse los Vinos de la Costa.

Sin perder el concepto artesanal de la tradición productiva, los viñateros de Berisso han comenzado a volver a creer en el futuro de su producción de vides y ciruelos. En la actualidad, distribuidas en un pequeño número de fincas, la superficie total de cultivo que ocupa la vid americana a crecido a unas 25 hectáreas en el partido de Berisso, con tendencia a incrementarse. La producción de vino ha superado en 2006 los 50.000 litros.