Los nuevos vinos blancos de la Argentina


En el país de los tintos el blanco es rey. O al menos eso pareciera indicar una nueva movida de vinos blancos en nuestro mercado. Mientras los tintos vienen algo demorados en ofrecer nuevos sabores, los Chardonnay, Torrontés, Sauvignon Blanc son hoy muy distintos a los que se bebían hace cinco años.
Basta con ir a la góndola y observar. El promedio de alcohol de los blancos ha bajado casi un grado en el último lustro. También ganaron la escena variedades que antes eran periféricas, como Pinot Gris o Sauvignon Blanc, o en materia de Torrontés, las cosas se mueven y abren el abanico estilístico hacia vinos de buena estructura y untuosidad, “chardonnaizados” si se quiere. Mientras tanto el Chardonnay, la reina de las blancas, va en el sentido opuesto: del estilo ampuloso que en otro tiempo cautivó con untuosidad y espesura de madera, ahora avanza hacia un tono ligero y jovial, donde el roble es más un condimento que una evidencia. Pero ¿cuándo comenzó el cambio?

INFORMALES, FRUTADOS, LIGEROS
Es difícil establecer un punto de partida exacto, pero sucedió en sordina, como parte de un doble movimiento detrás de la marea púrpura que inundó las góndolas con el furor del Malbec. Un movimiento fue la búsqueda de terruños más altos para las variedades blancas –el Valle de Uco es el ejemplo perfecto- que arrancó a fines de la década pasada y hoy permite elaborar vinos más frescos. El otro movimiento es resultado de una vacante gustativa: frente a una invasión de tintos potentes y blancos cremosos, se abrió un lugar para que emergieran blancos de otro estilo, ligeros, de expresión aromática cautivante y bocas que prestigiaban la frescura de una acidez alta, antes que el buen cuerpo.
No se trata de un fenómeno estrictamente local. Alejandro Vigil, enólogo jefe de Catena, decía este año en la presentación de la nueva cosecha de Angélica Zapata –el blanco que marcó el comienzo de la alta gama nacional- que en Francia los productores de Chardonnay van en este camino, que el propio Vigil también transita. Como él, otros enólogos encontraron en la ecuación novedosa una veta de diferenciación. Y ahora ofrecen blancos informales, frutados, ligeros y fáciles de beber que el paladar agradece. Incluso en la alta gama, donde podrían tener aspiraciones de importancia.

NUESTROS RECOMENDADOS
Para probar algunos de los mejores exponentes de esta nueva movida, agendate los 10 que van a continuación. No son los únicos, pero sí una primera hoja de ruta estilística sobre los nuevos blancos argentinos.

Latitud 33º Chardonnay 2010 ($28)
Entre los blancos de precio accesible aparece esta joyita de bodegas Chandon, elaborado con uvas del Valle de Uco, que ha ido soltando su paso. Un Chardonnay en toda ley sin rastros de fermentación maloláctica, por lo que conserva una acidez fresca y vegetal que le da nervio, y cuyos sabores son frutales y sencillos. Es el tipo de producto que quisieras para una picadita de quesos improvisada en casa, o del que se pueden tener unas botellas en la heladera para descorchar al primer antojo.

Callia Reserve Torrontés 2010 ($30)
Elaborado con la variedad Torrontés Riojano, este blanco de Callia tiene el doble mérito de ser sanjuanino de origen y de aportar un estilo directo y sin pliegues, que suma (y mucho) a la hora de beber. Fue lanzado en 2010 y de inmediato llamó la atención de los consumidores por su buena relación calidad precio, algo que esta casa sabe hacer bien. Se destaca por sus intensos aromas tropicales –con una evidente nota de ananá-, exuberancia que contrasta con la austeridad de boca y el paso delgado y ligero.

Telteca Roble Chardonnay 2010 ($35)
Finca Agostinos es una bodega de capitales canadienses que en Barrancas, Maipú, tiene sus principales viñedos. Precisamente de allí proviene este blanco refrescante, que al paladar es la modernidad envasada: tiene el paso refrescante y una ligerísima untuosidad, en la que la vainilla del roble actúa como un condimento que le da gracia. Bien hecho, su acidez alta le adelgaza el paso y le da nervio. Una buena opción para acompañar ensaladas y piqueos de quesos.

Norton Sauvignon Blanc Roble 2010 ($36)
Elaborado con uvas de Agrelo, este varietal de Norton consigue ser una avanzada en materia de Sauvignon, por su leve y apenas perceptible paso por roble (tan sólo el 10% del vino) que le aporta un inusual volumen en la variedad. Es vegetal y ofrece una notable presencia de ruda y trazos tropicales que recuerdan al maracuyá. En boca tiene una acidez dominante y resulta nervioso al tacto. Rico y apabullante, en la mesa acompañará bien comida mejicana o platos de mar.

Lurton Pinot Gris 2011 ($38)
Campeón de los blancos fáciles y refrescantes, el Pinot Gris es un varietal que gana terreno en Argentina. Se lo emplea para hacer vinos ligeros, chispeantes y de paladar jovial, exactamente como es Lurton: antítesis de un blanco formal, las uvas son cultivadas en las alturas del Valle de Uco, de donde obtiene una expresión aromática abierta y desenfadada. Ideal para beber sólo, como aperitivo o con mariscos.

Los Cardos Sauvignon Blanc 2011 ($42)
Doña Paula hizo punta (y escuela) con el más chillón de los varietales clásicos. Un poco porque trajeron el expertise de su casa matriz –Viña Santa Rita, Chile- y otro poco porque aquí la variedad estaba relativamente vacante, con productos desleídos, hasta que apareció Los Cardos. Ultramoderno, está elaborado con uvas de Tupungato, es acerado y ofrece una aromática intensa y vegetal (ruda), junto con trazos tropicales que le da buena profundidad. Refrescante, es el tipo de blancos que cuando lo probás no te olvidás más, por su actitud nerviosa y textura tersa y suave, y por su baja graduación (12%).

Amalaya Corte 2011 ($45)
Con procedencia salteña, este vino es mayoritariamente Torrontés (de Cafayate), con un raro corte de Riesling, la variedad de uva alemana por excelencia. Ahí está la nota distintiva: la nueva bodega Amalaya logra hacer un vino modernísimo apelando a la vieja escuela de los cortes. De una aromática punzante, presenta notas florales y de cítricos maduros. Voluminoso, su principal virtud está en la boca, con buena estructura y acidez integrada. La novedad está en ofrecer un Torrontés con cuerpo que no resigne frescura. Perfecto para acompañar platos árabes como sfihas o quepes.

Alamos Chardonnay 2010 ($48)
Hay que saber que Catena basó su estrategia de crecimiento en dos variedades a fines de los 80: Cabernet Sauvignon y Chardonnay. De este último la casa hizo vinos maravillosos, y los sigue haciendo ahora con uvas de Valle de Uco, como en este caso. Un blanco aromático, intenso y untuoso, que combina lo mejor de los estilos opulentos en una nota de vainilla evidente y leves trazos ahumados, junto con una boca que es pura intensidad, con paso tirante e importante acidez. Rico, como para acompañar pescados grillados o con crema.

José Luis Mounier Torrontés 2010 ($60)
Pocos enólogos saben tanto de Torrontés como José Luis Mounier. Con una vida en los Valles Calchaquíes dedicada a su elaboración, cada temporada saca uno con alguna novedad gustativa. En este caso, deslumbra por la rara combinación de tipicidad varietal –la nota de jazmín y cítricos maduros- en contrapunto al paso envolvente y estructurado que podría tener un Chardonnay de la vieja usanza, con untuosidad, volumen y frescura. Es un vino que abre un paréntesis en el universo Torrontés.

Ramanegra Chardonnay Reserva 2009 ($100)
La flamante bodega Casarena –antes Filippo Figari, ubicada en Luján de Cuyo- pertenece a una sociedad inversora de capitales nacionales y extranjeros. Este año lanzaron sus vinos al mercado, elaborados por la enóloga Gabriela Celeste, y su Chardonnay ya da que hablar. Punto medio entre los clásicos maderazos y la nueva cantera de blancos frescos, ofrece una aromática compleja de fruta blanca, con destellos de roble y pasto, que al paladar entra apenas untuoso, con paso elegante y acidez moderada. Moderno a su manera, acompaña bien unas pastas al tartufo.

LO QUE VIENE: UNOAKED WINES
Parte de la tendencia hacia blancos más ligeros está representada en nuestro mercado por dos vinos que en sus etiquetas proclaman no usar roble (oak): La Linda Chardonnay Unoaked 2010 ($42) y Terrazas Reserva Torrontés Unoaked 2010 ($65). Un tipo de aclaración que suele ser exactamente al revés –por regla general se especifica el paso por madera, que prestigia-, pero que en materia de blancos hoy indica frescura y elegancia. Los Unoaked forman una suerte de categoría contestataria, que busca darle relevancia a la frescura y frutalidad del vino, dejando atrás los excesos de vainilla, caramelo y untuosidad, que empalagan. En el mundo, hay un puñado de buenos ejemplos, como Chehalem Inox Willamette Valley Chardonnay, Kim Crawford New Zealand Unoaked Chardonnay o Mer Soleil Silver Soleil Vineyard Santa Lucia Highlands Unoaked Chardonnay.

F:planetajoy