Malbec: el secreto de mi éxito
Son muchas las razones por las que tiene un gran suceso en el país y en el extranjero, que exceden el hecho de que sea un vino seductor, amable al primer trago y con una excelente relación precio-calidad en todos los segmentos.
Estas son algunas de las razones por las cuales el Malbec es la variedad que más se bebe en nuestro país y la que más se exporta. Los verdaderos secretos de su éxito.
Variedad tinta más implantada en el país
En el mundo existen actualmente más de 35 mil hectáreas de viñedos de Malbec. La Argentina cuenta con el 80%, Francia con el 11% y el resto se encuentra apenas presente en Chile (1.000 hectáreas) y en viñedos pequeños de Italia, España, Perú, Uruguay, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Estados Unidos.
Según el último informe de superficie cultivada en 2009 en todo el territorio de nuestro país, realizado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura, el Malbec es el cepaje con mayor cantidad de hectáreas implantadas (28.532) y mostró un aumento del 74,54% con relación al año 2000 y del 6,02% con respecto al 2008.
Su preponderancia en todos los terruños patrios hace que la oferta de ejemplares sea mucho más amplia que la de otras variedades.
De estirpe noble
En 1852 un ingeniero agrónomo francés llamado Michel Aimé Pouget fue contratado por encargo del presidente Domingo Faustino Sarmiento al gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, para trabajar en la vitivinicultura nacional. La idea era que Pouget implantara en distintas fincas cuyanas los cepajes nobles más difundidos en ese entonces en Burdeos, entre los cuales estaba el Malbec (más del 40% de los viñedos).
Casi en paralelo, el emperador Napoleón III ordenaba a los productores del Medoc bordelés catalogar sus vinos para que los visitantes a la Exposición Universal de París supieran cuáles eran los más notables. Así nacía la famosa clasificación de 1855 que distingue a los Grands Crus Classés del resto. Actualmente, aquellos vinos siguen siendo considerados entre los mejores exponentes del mundo ya que dicha clasificación sólo ha sufrido una modificación en 1973 cuando el Château Mouton Rothschild pasó de segundo a primer Grand Cru.
En 1863 aparece la filoxera en Europa y con ella, el fin del Malbec en Burdeos porque una vez erradicada la plaga muchas décadas después –tras haber devastado gran parte de los viñedos–, nunca más se volvió a replantar, lo que dio inicio al reinado del Cabernet Sauvignon. Sin embargo, nadie puede negar que el Malbec fuera parte de esos ejemplares prestigiosos y que todos los vinos de corte de aquellos grandes châteaux (Laffitte, Mouton Rothschild, Margaux y Latour) lo utilizaron no sólo para reforzar el color, sino también por sus taninos redondos y ese particular sabor a ciruelas que lo caracteriza.
A la Argentina llegó en su mejor momento y con título nobiliario; desde siempre fue parte de la nobleza sólo que recién hoy vuelve a ser candidato al trono.
Seductor a la primera copa
Los principales atributos del Malbec residen en su dulzor, tanto en aromas como en boca. Es un vino muy directo, sin vueltas. Sus sabores intensos son amables y tienen siempre reminiscencias a fruta roja fresca. Un tinto de acidez firme y taninos dulces, nunca agresivos. No hay paladar que se le resista porque todos los elementos que un vino puede tener están en equilibrio y con buena expresión. Quizás por eso sean más valorados los Malbec easy drink o entry label que los de alta gama. Sin embargo, su historia en la Argentina recién se comienza a escribir.
Crisis mundial, la gran oportunidad
El consumidor global afectado por la crisis económica de los últimos años buscó etiquetas de otros orígenes y variedades para encontrar sabor, calidad y precio. La Argentina, que fue el último país del Nuevo Mundo en exportar, capitalizó esa oportunidad con sus vinos con el Malbec a la cabeza. Su extraordinaria relación calidad-precio y lo agradable que es desde lo sensorial le permitieron penetrar en un segmento de mercado muy interesante dado el valor que representa para el consumidor. En Estados Unidos, por ejemplo, es imbatible en el rango de precios entre US$ 9,99 y US$ 14,99 en vinotecas, entre US$ 30 y US$ 49 en cartas de restaurantes y entre US$ 8 y US$ 13 por copa.
Candidata al trono
Tiene todas las condiciones para estar dentro de la elite mundial de cepajes junto al Cabernet Sauvignon, el Chardonnay y el Syrah: excelente adaptabilidad a diferentes tipos de suelos y terruños, referentes de gran calidad en todos los niveles de precio y una versatilidad tal que se pueden elaborar distintos estilos y tipos de vinos. Sólo le falta expandir sus fronteras y comenzar a estar presente en todas las regiones productoras del planeta.
Un detalle no menor que podría permitir llevar a cabo este propósito con mayor foco es que en 2013, después de más de una década de investigación y desarrollo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Mendoza, en los viveros comerciales estarán los primeros clones de Malbec 100% argentino, lo que significa que su genética y sus circunstancias (el soporte de conocimiento y los parámetros del clima y el suelo) estarán adaptados a su lugar de origen.
Plasticidad para expresarse
El Malbec se cultiva en todos los oasis vitivinícolas argentinos a lo largo del cordón de la cordillera de los Andes. En el noroeste –entre los 1.750 y más allá de los 2.300 metros sobre el nivel del mar–; más al sur, en La Rioja y en los valles de Tulum, Ullum, Zonda y El Pedernal de San Juan; en Mendoza, en especial en Maipú, Luján de Cuyo, San Rafael y el Valle de Uco; y en la Patagonia, en el Alto Valle del Río Negro.
Aunque los vinos tienen cierta tipicidad varietal común (buen color, fruta, concentración y taninos amables), la zona de cultivo y sus condiciones climáticas y topográficas determinan algunos aspectos que hacen que se distingan entre sí; son señales de una identidad que poco a poco los enólogos van descubriendo. Cada uno de estos descriptores no constituye un dogma para conocer su procedencia, sino más bien son caminos que conducen a las características que brinda en cada terruño específico.
Orgullo nacional
Tener un vino que es admirado en todo el mundo es motivo suficiente para sentir orgullo, porque si nuestros ejemplares son el producto exportado con más valor agregado y, por ende, el que mejor nos hace quedar fronteras afuera, el Malbec va mucho más allá por varias razones. La principal es que ha demostrado que lo suyo no es sólo una cuestión de originalidad, sino que sus atributos como varietal son comparables a los de los tintos más nobles. Y, como si fuera poco, si pensamos en todas aquellas variedades a las que los productores del Nuevo Mundo deben aferrarse como valor diferencial para abrir puertas de mercados, el Malbec se despega del pelotón del Carménère (Chile), el Tannat (Uruguay), el Zinfandel (Estados Unidos), el Pinotage (Sudáfrica)… Además, su éxito internacional recién empieza.
Diversidad de propuestas
Es un cepaje versátil con el cual se elaboran vinos jóvenes, rosados, espumantes, dulces, encabezados, ejemplares aptos para prolongadas guardas y hasta destilados (grappa). Pero además, se destaca por ser un tinto tan dócil y agradable que ya sus exponentes más económicos pueden ser disfrutados. Se lleva bien con la madera y, más allá de nuestro clima soleado, difícilmente resulta cálido. Es decir que suele dar ejemplares muy fáciles de beber, con todo lo bueno que esto implica. Y por más que los enólogos estén explorando los límites de su complejidad y potencial de guarda, queda claro que su mejor faceta está en los vinos jóvenes y generosos en fruta, de taninos dóciles y paladar directo.