La música y el vino: el maridaje perfecto


Muchas veces he escuchado comentarios o críticas de vinos que se parecen mucho a las críticas musicales de los periódicos. Se suele asociar que quien escucha buena música es un bebedor de vino, o que quienes gustan de un buen vino son personas que también saben apreciar la buena música.

No es extraño oír que una persona, a medida que madura, aprende a beber mejor. Lo mismo con la música. Es tan extraño ver a un adolescente bebiendo un buen vino y apreciándolo que ver a un adolescente escuchando música clásica o jazz. Pero no es extraño verlo beber cerveza o escuchando hip-hop. Con esto no quiero dar razones irrefutables, ni establecer una teoría de ningún tipo; pero en cierta forma algo de verdadero hay en los estereotipos que acabo de definir.

Lo que quiero decir es que el conocimiento de los vinos está muy ligado a la apreciación de la buena música. Ambos han acompañado a la humanidad y están relacionados con el enriquecimiento de nuestro espíritu. En definitiva, Apolo y Dionisos eran dos caras de la misma moneda, ¿no?




Es decir, uno representaba la armonía, el orden y la razón (de ahí el adjetivo “apolíneo”), mientras que el otro era representante del caos y el desorden (lo que atribuye al adjetivo “dionisíaco”). Digamos que eran como el Ying y el Yang.

Así que, ¿por qué no aprovechamos a tomarnos un tiempo para disfrutar de una buena copa de vino y escuchar una buena pieza musical?

Siempre se está a tiempo para detenernos un tiempo, olvidarnos de el vertiginoso ritmo de la ciudad y dedicarnos un tiempo para nosotros.