Merlot: la cepa olvidada


A veces dejada de lado por las modas y las tendencias, la variedad que da vida a los grandes vinos de Pomerol tiene en la Argentina algunos ejemplares que son capaces de seducir a los paladares más sofisticados. Aquí algunos recomendados.


El Merlot es uno de los tres cepajes más finos y codiciados del mundo. De hecho, un vino de esta variedad es uno de los más caros del mundo (Château Pétrus). Pero claro, si en este planeta globalizado los consumidores se dejaran llevar por una película (Entre copas) y si los productores le hicieran caso porque piensan que si no se vende no hay que hacerlo, el futuro del Merlot, y el de muchas otras variedades, estaría en jaque.
Por su parte, esta uva es más conocida por su condición de acompañante inseparable del Cabernet Sauvignon en el Burdeos de la margen izquierda que en las comarcas de la margen derecha, donde es protagonista, como en Pomerol y Saint-Émilion. Seguramente con ese precepto fue tan difundido por el mundo vitivinícola. Y si bien es de la familia de los Cabernet, madura bastante antes y no es tan plástica. Es decir que no se adapta tan fácilmente a los distintos terruños a los que llega.
En nuestro país siempre estuvo pensada como parte integrante del clásico blend (Malbec-Merlot) hasta que por fin un visionario, don Raúl de la Mota, se animó a vinificarlo solo en la bodega Weinert porque sabía que ese varietal podía dar un buen resultado. Si se habla de zonas, hay que ubicarlo más hacia los terruños frescos; de lo contrario, puede llegar a arrebatarse durante el último período de madurez y así perder lo mejor de sus aromas y sabores. Por eso, en la Patagonia encontró un rincón muy apto, aunque aún sean muy pocos los exponentes premium que de allí provienen. Y si bien es una cepa que ya lleva sus años implantada, nadie hasta ahora se ha dedicado de lleno a ella para ver hasta dónde se puede llegar. Ni siquiera el propio Michel Rolland, quien la vinifica como varietal desde hace más de treinta años en su Pomerol natal.
El desconocimiento, o la falta de confianza en la variedad, se vio seriamente agravado por la película “Entre copas”, estrenada en el momento de auge y expansión del consumo de vinos. Desde Hollywood se bajó el mensaje: “no more Merlot, viva el Pinot Noir”, y el mundo giró 180 grados. Y como la industria vitivinícola es un negocio, tuvo que bailar al ritmo de la música y la película logró que el Merlot, que ya era poco tenido en cuenta por las bodegas y que estaba más por obligación y portación de nombre que por otra cosa, casi desapareciera. Por suerte, hay algunos bodegueros que no están sintonizados con la caprichosa moda y que confían más en sus posibilidades vínicas que en lo que pasa a su alrededor. El Merlot puede tener el cuerpo estructurado del Cabernet Sauvignon, pero con la suavidad y sutileza del Pinot Noir. La fruta es bien jugosa, como la del Cabernet Sauvignon, aunque con dejos más especiados. El Merlot, como dice Miguel Brascó, es un vino sensual.

Fuente: http://www.elconocedor.com