La uva Sumoll del Penedés


Después de la muy reciente experiencia que me hizo vivir el sumiller Bruno Murciano con la bobal de Utiel-Requena, me he vuelvo a topar por azar con otra casta más cercana a mi entorno habitual: la sumoll del Penedès. En este caso la historia arranca cuando comiendo en el restaurante El Velero de Sitges, el sumiller David Martínez (uno de los ganadores del primer premio Vila Viniteca de cata por parejas) me ofrece un vino tinto para acompañar un plato de pescado salseado, concretamente un rape al 'all cremat' con langostinos: un plato caliente, con una salsa de ajos, pan frito, almendras, ñoras y fumet de pescado.

Ciertamente el sumoll, con su fruta roja fresca, combina bien con el pescado y su frescura-acidez regulan la temperatura de la boca y la limpian de los sabores de la salsa, dejándola preparada para el siguiente bocado.

El sumoll destaca por su color rojo intenso, pero de capa media, ya que a diferencia de la mayoría de vinos del Mediterráneo se puede ver a través de él. En nariz aparecen las notas de fruta roja fresca y ligeramente ácida, lo que hace pensar en vinos de otras latitudes. Con el tiempo en copa aparecen las notas más golosas y carnosas. Catándolo con atención se aprecia la profundidad mineral calcárea típica de la zona, un fondo de hierbas aromáticas de montaña, recuerdos de cuero y un elegante final cremoso que le aporta equilibrio y elegancia.

Se trataba de un Clos Lentiscus de Viticultors del Montgrós, elaborado con uvas procedentes de cepas de 70 años de edad de la variedad sumoll, plantadas en terrazas con vistas al Mediterráneo, en el Macizo del Garraf, zona emergente situada dentro de la DO Penedès, una cadena montañosa que va de los 500 a los 1.000 metros y un paisaje escarpado formado en su mayoría por roca caliza, sotobosque mediterráneo y vegetación autóctona. La sumoll se ha aclimatado muy bien en el Macizo y éste ha aportado notas de rocas, acidez, profundidad, recuerdos de hierbas aromáticas de montaña...

Dice Martínez: "Para mí, la uva sumoll es un estilo de uva tinta más fresco, más atlántico. Se pueda asimilar a la mencía, al pinot noir, o incluso al nebbiolo italiano. Estas similitudes son la fresca acidez marcada (varietal y del terreno), las frutas rojas golosas y frescas, los recuerdos carnosos presentes, la capa media de color, su difícil elaboración...".

Mi siguiente paso fue visitar a Manel Aviñó, de Viticultors del Montgrós, quien mientras recorríamos sus viñedos en un todoterreno me explicaba que en el año 2003 elaboraron la primera cosecha con sumoll y que sin apenas experiencia obtuvieron un vino con un gran potencial. "Aquello era un motor de Formula 1 en un chasis de Seat Panda", dice Aviñó, quien rápidamente se puso a estudiar como trabajar esta variedad de uva tinta de granos con forma ovalada que tan mala fama tenía y tiene en el Penedès.

En el año 2004, después de los pobres resultados de una investigación bibliográfica en la que sólo se consiguieron unos estudios de una universidad australiana donde se mencionaban los cruces de la sumoll con la cabernet sauvignon para obtener unas cepas adaptadas al cambio climático, debido a que la sumoll es una casta muy rústica que se adapta bien a la sequía, se desanimaron un poco de la aventura. Pero aquel mismo verano fueron de vacaciones a la Toscana y en aquel mágico paraje, degustando sus fantásticos brunellos, descubrieron que la mejor manera de elaborar sus vinos con sumoll eran largas crianzas en barrica, lo que constituyo la clave del éxito actual de sus vinos.

Manel Aviñó, quien durante muchos años fue enólogo de Cavas Nadal, por lo que las burbujas corren por su sangre, incluso elabora un espumoso blanc de noirs con sumoll, que sorprende por sus características: amarillo pálido con irisaciones rosadas; aromas de romero y fruta roja; potente en boca con un final extremadamente seco.

El Celler Pardas es otra de las pocas bodegas que en el Penedès elaboran vinos con la variedad sumoll. Ramon Pareras nos cuenta que "el sumoll es un superviviente, una variedad que era la reina entre las tintas del Penedès, ya que había más sumoll que garnachas, monastrells y cariñenas". La razón de su caída –según Parera- era que el sumoll es la variedad más difícil de cultivar y que se optó por la vía más fácil, que era trabajar con variedades como la merlot o las cabernet. "Tenía una merecida mala fama", dice Parera, "pero, claro, con una mentalidad absolutamente productivista. Añade Parera: "Es el mismo caso que el de tantas otras variedades repartidas por la geografía española, como la monastrell, la mencía o la bobal, con las que ahora se ha demostrado que se pueden conseguir unos vinos fantásticos".

Jané Ventura, bodega situada en la tarraconense localidad del Vendrell es otra de las que trabajan con sumoll, elaborando vinos con esta variedad desde el año 2001. Para Gerard Jané, propietario y enólogo de esta bodega, se trata de una variedad muy interesante por dos motivos: por sus valores enológicos que hacen que se obtengan unos vinos con una elevada acidez natural y aromas de fruta roja y hierbas de sotobosque; y que paralelamente se trata de una casta con un alto valor cultural, ya que es la que entre las tintas es la más autóctona del Penedès. "Pensamos", dice Jané, "que esta uva nos conecta con la historia y con la tradición vitivinícola de nuestra zona".

Heretat Mont-Rubí forma parte del reducido grupo de productores que han apostado firmemente por la variedad sumoll. Con 25 de años desde su fundación, a partir de la cosecha 2001 inició un ambicioso proyecto para trabajar con variedades autóctonas y producir vinos con una marcada personalidad. Josep Queralt, enólogo y responsable vitivinícola de esta bodega, es una persona inquieta y con claras convicciones al respecto.

"La apuesta por la sumoll", comenta Queralt, "nace en el momento en que en Australia crean con buenos resultados cuatro nuevas variedades a partir del cruce entre sumoll y cabernet sauvignon: cienna, vermillion, rubienne y tyrian; es una buena reflexión que en el otro extremo del mundo tengan interés por una variedad que solo tenemos aquí".

Otro ejemplo que a Josep Queralt le gratifica es ver como desde las Islas Canarias muestran interés por conocer el origen de una de sus variedades, la vijariego negra, que genéticamente se puede decir que es la sumoll del Penedès aunque lógicamente adaptada al clima y a la tierra canaria durante muchos años. "Puede ser que al consumidor no le podamos ofrecer el mejor vino del mundo, pero sí un vino único en el mundo" sentencia Queralt.

En la finca Can Ràfols dels Caus hay viñedos de sumoll plantados hace muchos años. Esteva hace tiempo que tiene el reto de sacar al mercado un vino tinto de esta variedad con la que viene experimentando. Según él, se trata de una casta muy difícil, pero de la que se pueden obtener unos vinos fascinantes. "Veo el sumoll como un pinot noir mediterráneo o como un nebbiolo", asegura.

Hace unos 15 años en una finca vecina querían arrancar las viñas de sumoll y se comprometió a que si no lo hacían les compraría cada año las uvas. Carlos Esteva considera que para elaborar un rosado es una variedad más que excelente, aunque su reto era vinificar en tinto. "Es muy áspero", comenta Esteva, "y no tiene un color muy intenso, todo lo contrario de las modas, hay quien lo mezcla con el cabernet sauvignon porque tiene más color y suaviza la aspereza. A mí me gusta que el vino exprese cada variedad pero también como un caballo salvaje que es has de domarlo".

De manera imprevista Carlos me propone una cata de su vino sumoll 2008, que por el momento no se comercializa y un Ad Fines 2008 (pinot noir), ambos recién embotellados. A los dos les queda mucho camino por recorrer pero las similitudes se aprecian con evidencia. Seguramente será verdad que la sumoll es la pinot noir del Mediterráneo y que no se equivocan quienes, contra corriente, han apostado por ella.