Beber con moderación entre dos y tres copas de vino con las comidas es una recomendación médica basada en varios estudios que demuestran que éstos bebedores están menos expuestos a enfermedades riesgosas.
Hoy, casi nadie duda de que el vino tiene tiene que tener presencia en la alimentación habitual. Ésta convicción surge de los centenares de estudios realizados desde hace más de 30 años en diversas partes del mundo, los que gradualmente fueron ganando espacio en los medios del Primer Mundo y luego captando la atención de la opinión pública de otros países.
Lo que han logrado estos estudios, es confirmar la tesis de que los bebedores moderados de vino tinto están menos expuestos a ciertas enfermedades riesgosas, si se los compara con los no bebedores.
Y no sólo eso, sino que mediante varios trabajos se ha comprobado también que el vino tiene efectos positivos para la salud: ayuda al funcionamiento del sistema circulatorio, equilibra los niveles de colesterol en la sangre, mejora el sistema cardiovascular, y previene el cáncer de pulmón y el cáncer de colon.
Claro está, que en el consumo tiene muchísima importancia el adjetivo “moderado”, que los estudiosos del tema se preocupan de nunca obviar.
Es importante saber entonces, de qué hablan cuando hablan de consumo moderado. Los científicos suelen referirse a una cantidad diaria de dos a tres copas, las que deben consumirse preferentemente con la comida. La cantidad servida debe ser entre un tercio y la mitad de la copa.
Los resultados de algunos de éstos trabajos indican, por ejemplo, que los bebedores moderados sufren entre un 20% y un 60% menos enfermedades coronarias que los abstemios.
Es más, actualmente se están realizando estudios con el objetivo de demostrar que el vino ayuda a minimizar las enfermedades seniles como el Alzheimer.
Por último, si bien es importante resaltar todos estos beneficios, debe tenerse en cuenta también que el porcentaje de mortalidad aumenta rápidamente en aquellas personas que beben más de tres copas al día.
