El cultivo de la vid


Al arte y técnica de cultivar la vid se denomina "viticultura". La vid es una planta trepadora extendida por casi todo el planeta. Los rigores de la última glaciación la confinaron a pequeñas zonas del Cáucaso euroasiático y Norteamérica.


Desde allí reiniciaron la expansión una vez que se retiraron los hielos. En nuestros días, la vid crece sin grandes problemas en las zonas templadas del planeta.

A lo largo del tiempo, el hombre ha ido aprendiendo a cultivar la vid, a la vez que perfeccionaba los métodos de selección para obtener de la forma más fácil su fruto (y con mayor calidad), unas bayas comestibles con alto contenido en azúcares, ácidos y compuestos aromáticos.

En poco tiempo, se cayó en la cuenta de que los líquidos azucarados obtenidos estrujando estos frutos de la viña tendían a transformarse en líquidos dulces y gaseosos que, tras miles de pruebas y ensayos, dieron origen al vino. Su elaboración ha sido, durante siglos, la principal razón del desarrollo de la viticultura.

La ordenación de la Comunidad Europea define como uvas de vinificación aquellas "vitis vinifera" cultivadas de forma habitual para la elaboración de vinos de consumo humano directo, distinguiéndolas de las variedades de uva de mesa, de variedades de uva para destino particular y variedades de portainjerto.

Portainjerto es el sistema de establecimiento y formación de la raíz de una viña, a la que se le injerta un brote de otra variedad; una especie de planta sin género a la que se le injerta la variedad elegida para conseguir una planta concreta.

El pontainjerto se comenzó a utilizar en prácticamente todas las vides viníferas después de la filoxera, un insecto parásito de la viña que devastó los cultivos europeos a finales del siglo XIX atacando a las raíces de las cepas.

Por tanto, las vides que existen en la mayoría de las regiones vitícolas están constituidas por un pie de alguna especie americana o por un híbrido de alguna de ellas (portainjertos), sobre el que se injerta un tallo de otra variedad.

De este modo, el portainjertos determina la resistencia a las características del suelo, así como a las enfermedades que éste le pueda transmitir.

En los primeros años de vida, una vid no es capaz de producir vinos de calidad porque no ha alcanzado la madurez productiva, ésta no llega hasta los cuatro o cinco años. Así que cuánto más vieja es una viña mejor es su fruto; se limita la producción pero aumenta su calidad. Para conseguir esa ansiada calidad es esencial trabajar la vid.

Esto es lo que vamos a explicar en "Poda y sistemas de conducción", la segunda entrega de "El cultivo de la vid".