Vinos: mitos y tradición


En el día de hoy voy a hablar de ¿cómo y dónde se descubrió el vino? El descubrimiento del vino fue sin duda una de las más embriagadoras experiencias del hombre. En algunas culturas, se relaciona su descubrimiento con personajes mitológicos o figuras patriarcales como la de Noé, otros consideran que sucedió en tiempos prehistóricos.

Basándonos en la figura patriarcal de Noé, este habría sido, primero, el propugnador de la viticultura al salvar su poderosa arca, y segundo, el descubridor de la preciosa bebida.

Los romanos fueron los que difundieron el cultivo de la vid, pero la importancia económica y cultural del vino se dio después del año 1000, tal como pasó en el siglo XIV, la curia de Pinerolo hacía que coincidieran las ferias con la vendimia, y entre los campesinos se empezaba a seleccionar las cepas en función de las características del terreno y de las exigencias de los gustos.


Como es natural, una bebida cuyas raíces ahondan en el mito, no podía ser evocada por la leyenda, y el relato “El diablo y la santificación del domingo”, escrito por el Profesor J. Jalla a comienzos del siglo pasado, lo documenta muy bien, y a la vez expresa entre líneas, un mensaje educativo y moral acerca de lo que podía conllevar un consumo excesivo.

Los vinos nombrados en el relato son el de Pomaretto (probablemente el Ramíe, un vino muy preciado) y el de Ricopanso, vino “cuasi-legendario” por obtenérselo en viñedos cultivados a más de mil metros de altura, en las pendientes más expuestas del Valle Germanasca, por lo general en la zona de Maniglia. Este vino, es considerado como áspero, pero de escasa graduacón alcohólica (máx. 7/8 grados), tendría la virtud de hacer bailar al menos bailarín.